"Es imposible ganar un conflicto asimétrico con un componente exclusivamente militar. Los militares aportamos un elemento de reacción inmediata, de seguridad, pero hoy las guerras desatadas por el terrorismo se apoyan en un enemigo invisible compuesto por actores civiles, narcotraficantes, terroristas, ONG y agentes internacionales."
Estas palabras del general americano Stanley McCristal, máxima autoridad militar en Afganistán, se refieren a los talibanes, a su particular y exitosa estrategia de guerra, pero si las observamos con atención tienen validez en Colombia. Duramente golpeadas bajo el gobierno de Uribe, las Farc combinan nuevos brotes terroristas con otras formas de lucha que compensan sobradamente su derrota en el campo de la acción armada.
Su guerra asimétrica se advierte en las regiones en donde han sido desalojadas gracias a la presencia y a las acciones del Ejército. Pude comprobarlo en Remolinos del Caguán, remoto municipio perdido en las selvas del Caquetá que tuve oportunidad de visitar hace algo más de dos años. Allí siempre mantuvo su intocable baluarte el frente 14 de las Farc. Hoy, gracias a una Brigada Móvil del Ejército, la guerrilla ha desaparecido, pero la población ha quedado bajo el control de sus más cercanos parientes políticos, los llamados milicianos bolivarianos, a tiempo que emisarios de las Farc compran fincas de la región para el cultivo de la coca. Si un propietario no quiere vender la suya, mueven la cabeza con pesadumbre: "Entonces, tendremos que comprársela a su viuda".
Sea con milicianos bolivarianos, comandos móviles, asociaciones o comunidades indígenas y comunidades de paz bajo su control, el mismo fenómeno se repite en el Catatumbo, sur de Tolima y Huila, el Putumayo, Cauca, Nariño, zonas de Arauca, Guaviare y Vaupés. De esta manera, las Farc y el Eln logran un real dominio territorial sin que nuestros militares puedan hacer mayor cosa para impedirlo.
En el plano nacional, el mejor avance de la guerra asimétrica lo ha conseguido 'Alfonso Cano' moviendo fichas suyas en el tablero de la Justicia. Agentes infiltrados, fiscales y jueces de ideología muy cercana a la suya, falsos testigos, demandas contra mandos militares, senadores, altos funcionarios o contra el propio ex presidente Álvaro Uribe sustentadas por el llamado colectivo de abogados Alvear Restrepo, producen el trofeo de detenciones y fallos aberrantes. La mejor prueba de este concubinato de miembros del poder judicial con amigos de la guerrilla ha sido la protesta de 40 organizaciones ligadas al Partido Comunista por la remoción del cargo de la Fiscal delegada de doña Ángela María Buitrago, remoción dispuesta por el fiscal Guillermo Mendoza Diago. A esta señora se debe la condena a 30 años de prisión del coronel Alfonso Plazas Vega con base en las mentiras de un testigo fantasma, y muchos expedientes que involucran a altos oficiales. Era la mejor pieza de artillería de la guerra asimétrica.
Guerra, por cierto, que cuenta con ONG y efectivos agentes en el exterior. Su arma -quién lo creyera tratándose de amigos de las Farc- son los derechos humanos. En Londres, París, Bruselas y en la propia España se recrudecen ahora falsas denuncias de crímenes de Estado, de sindicalistas desaparecidos, de fosas comunes y otros supuestos horrores encaminados a propiciar un juicio contra el ex presidente Uribe por delitos de lesa humanidad. Al mismo tiempo, ONG internacionales cercanas a Piedad Córdoba y sus amigos les dan resonancia a las propuestas de diálogo de las Farc.
Si esta guerra asimétrica prospera, ni Obama derrotará a los talibanes ni el presidente Santos a las Farc. Se requiere ahora una nueva estrategia de lucha contra hábiles enemigos sin uniforme.
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